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¿Cuidas o sobreproteges?



Seguramente habréis oído hablar de padres y madres helicóptero, los que sobrevuelan a sus hijos; tigre, los que los defienden ante su adversario; agenda, actúan como secretarios; apisonadora, aquellos que le allanan el terreno para evitar obstáculos; o guardaespaldas, siempre detrás para evitarles cualquier peligro o amenaza. Y ahora, lanzo una pregunta: ¿te sientes identificado con alguno de estos tipos?

Vivimos en una sociedad incierta donde la competitividad y el afán de perfeccionismo están cada vez más a la orden. Existen peligros (que son reales) y el deseo de ayudar de los padres no es malintencionado, pero como menciona Elena

“proteger no es solo amparar; es sobre todo enseñarles a defenderse”.


Es fundamental que eduquemos a nuestros pequeños ante las adversidades, que les proporcionemos las herramientas necesarias para hacer frente a la realidad y quizá ahí entre en juego el papel de las emociones. Un aspecto que, aunque cada vez va tomando más fuerza, aún permanece en segundo plano. Catherine L’Écuyer menciona en su libro Educar en el asombro –que por cierto recomiendo su lectura- que

“hay que enseñar a los niños a vivir de cara a la realidad, y para ello hay dos facetas claves: la autoestima, pero también la humildad”.


María Montessori decía que el niño es el protagonista de su educación. El principal cuidador actúa como intermediario entre el niño y la realidad, como base de explotación. Si la relación con el cuidador es segura, el niño irá cada vez más lejos a explorar. “La calidad no se mide por el número de estímulos que le damos al niño. Solo con estar, estableciendo un vínculo con el niño […] ya es suficiente”.
Además, la pedagoga Nora Rodríguez afirma que

“cuidar de los hijos, atender sus necesidades y estar atentos a lo que les pasa o a quiénes son sus amigos no es sobreprotegerlos. Impedirles experiencias propias de su edad, sí”.


Quizá el miedo, la inseguridad, la falta de confianza o cómo hayamos sido educados nosotros mismos, hace que eduquemos a los niños privándoles de autonomía. Resulta difícil no acudir ante un llanto, dejar que ayuden en la cocina, dejarles que tomen sus propias decisiones ante varias alternativas… Pero, ¿por qué? Pues por el exceso de información negativa en los medios “y ante eso, se tiende a educarlos aislados y controlados en casa, frente al ordenador”, con la tablet o vídeos en el móvil de los padres mientras estos cenan en un restaurante: “Siéntate aquí y no te vayas que te voy a poner un vídeo de dibujos animados, ¿vale?”. Y así los padres cenan tranquilos porque su niño o niña está al lado, tomando una “sobredosis de estímulos”.
En una entrevista a Juan Antonio Bayona, director de películas como El orfanato y Lo imposible, o Un monstruo viene a verme, le preguntaron por los traumas que había sufrido de niño para meternos en estas tragedias (haciendo referencia a sus películas). La respuesta fue: “tuve una infancia muy normal. Fui parte de esa generación superprotegida: la primera de la democracia. Quizá por eso pienso
que es muy duro el trance de hacerse mayor, porque los cambios que acaban con esa plácida rutina se viven de una manera muy intensa”. Quizá Juan Antonio se dio cuenta de que su percepción no coincidía con la realidad. Entonces, ¿cómo tenemos que actuar? Los expertos aconsejan que evitemos el “tendrías que haber hecho esto o aquello” y los sustituyamos por recursos o consejos. Los niños aprenden a partir de la experiencia y, por eso, tenemos que dejar que se equivoquen, porque del error se aprende. Rodríguez afirma que los padres tienen que ser conscientes de que los hijos tienen una existencia propia, original y personal.

“Cuidar es dejar crecer, aceptar los cambios; es un acto de comprensión del otro”.


Además, comenta que una sobreprotección convierte una relación favorecedora en otra de menor calidad. Ahora, ¿cuidas o sobreproteges?

Fuentes:
Catherine L´Ecuyer (2012), Educar en el asombro.
Nora Rodríguez, Neuroeducación para padres.
Revista XLSemanal 1508. Entrevista a Juan Antonio Bayona

 
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