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EL VALOR DE LA PAGA



El contacto de los menores con el dinero condiciona el uso que le darán en la adolescencia. Por ello, muchos padres dudan acerca de la conveniencia de asignarles una paga semanal y de la cantidad más adecuada para sus necesidades. Darles recursos económicos aumenta la autonomía de los jóvenes, les enseña a administrarse y fomenta su capacidad de decisión al obligarles a elegir entre la compra de un producto u otro.

Los expertos indican algunas pautas

En primer lugar, la cantidad que se debe dar a los niños depende del poder adquisitivo de la familia, pero sí es importante que se decida una cantidad y que no se dé más que esa cantidad porque hay que enseñarle a administrar y valorar el dinero.

En segundo lugar, la paga tiene un sentido educativo, si no se da al menor más dinero del que está fijado.

Y en tercer lugar, para los más pequeños, es preferible una paga semanal, ya que de esta manera controlarán mejor los gastos que si se les otorga una cantidad mensual. "Su percepción del tiempo no es la misma y un mes es un periodo tan largo para ellos, que puede que en los primeros quince días se gasten todo el dinero".

Muchos padres dudan acerca de la conveniencia de asignarles una paga semanal 

Un buen momento para comenzar a dar la paga a los niños es cuando cumplen seis años y empiezan a ir al colegio. Es entonces cuando aprenden a sumar y restar, además del significado de caro y barato. Cuando son adolescentes, se puede optar por una paga mensual para sus gastos extras, que los padres deben aceptar aunque no los compartan. En todo caso, pueden orientarles con criterios de racionalidad y moderación en el momento de gastar, pero son los jóvenes quienes deben tener la última palabra para que aprendan de sus errores si los cometen, o tomen nota de sus aciertos.

Según una encuesta de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción, realizada a familias con hijos entre 14 y 20 años, el 20% de los padres reconoce sentirse "desbordado" por las exigencias económicas de sus hijos y porque el dinero es una de las principales fuentes de conflicto. "El principio del placer, según el cual tratamos de satisfacer de forma instintiva nuestras necesidades naturales, choca con el principio de realidad, que restringe nuestra actuación".

A los adolescentes les cuesta comprender la diferencia entre deseo y necesidad, y no suelen estar acostumbrados al ahorro regular, mientras que los progenitores no siempre son conscientes de su papel en enseñarles el valor del dinero. Una buena experiencia es permitirles que les acompañen en sus compras al supermercado e, incluso, que desde pequeños les incentiven a escribir su propia lista de necesidades.

Se analiza así el consumo como una conducta social, de imitación, en la que, "los pequeños se fijan en el comportamiento de los adultos, así que si el padre se compra el último modelo de un coche, el niño también querrá el último modelo de un juguete o de un móvil".

 
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