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LA NECESIDAD DE PONER LÍMITES A LOS NIÑOS


La disciplina es uno de los aspectos fundamentales que todo niño necesita desde pequeño para prepararse para la vida y tomar decisiones correctas. Quienes la imponen son los padres o tutores y es por eso que es necesario que estén conscientes de lo que realmente necesitan sus hijos para ser felices y también para formarlos desde sus primeros años de vida.

Muchos padres creen que decirle "NO" a sus hijos es demostrarles que no los quieren, pero esto nada tiene que ver con el amor. Otros suelen ser demasiado rígidos al educar. Se sabe que la formación de los hijos no es una tarea fácil, pero sí se puede asegurar que el equilibrio en la educación es la base de todo. Ni ellos pueden ser unos niños descontrolados ni los padres puedes pasarte toda la vida regañándolos.


Establecer reglas le ayuda a los hijos a tener confianza en sí mismos y a fortalecer su autoestima. Saber que sus padres distinguen lo que está bien de lo que está mal, constituye un gran alivio para un niño.

Las normas también les fomentan tolerancia hacia la frustración, es decir, los niños deben entender que no siempre pueden hacer lo que deseen, aunque lloren. Si desde pequeños se acostumbran a seguir las reglas de conducta que sus padres les impusieron, será más fácil seguir en la misma línea de educación.

Maneras de poner límites y obtener mejores resultados

Según los psicólogos, la solución no está en imponer castigos. Los castigos son efectivos para lograr que los niños se porten bien, pero son sólo una parte del comportamiento.

La disciplina y los límites son un conjunto de métodos para que los niños tengan actitudes adecuadas. No hay que confundir la disciplina con el castigo, se puede tener disciplina sin necesidad de castigar. No hay que ser un sargento, mejor ser un guía que los aliente a ser mejores personas. Algunas maneras de facilitarlo:

Dar razones:

Hay que decirles los motivos por los cuales se les pides que hagan algo o que dejen de hacerlo. No hay que ahorrar explicaciones porque a la larga da resultado. Si se le dice a un niño: no cojas mis tijeras del costurero, puede pensar que se es egoísta. Si en cambio se le dice: mis tijeras tienen mucho filo y te puedes cortar, entenderá mejor la respuesta porque es razonable. Sólo en caso de que exista una emergencia o cuando se esté completamente segura/o de que conoce las reglas se le dirá: hazlo porque lo digo yo.

Hay que dejar que opinen:

Si se fomenta que los hijos participen en la creación de las normas de la casa, será mucho más sencillo que las cumplan y las entiendan.

Además, ellos sentirán que ejercen control sobre su propia conducta y esto los hace madurar. Hay que permitir que tomen decisiones sin perder de vista los límites.

Establecer normas reales:

Antes de fijar reglas hay que tener en cuenta de que el niñ@ las puede llevar a cabo. Si, por ejemplo, se le dice que no juegue con sus videojuegos cuando llegue de la escuela, pero sus padres llegas a casa a las siete, es difícil que pueda cumplir esta regla.

Fijar las reglas de antemano:

Existen ciertos límites que se vuelven reglas familiares y no son negociables; de hecho, se deben memorizar: puedes comer un dulce cuando hayas terminado de comer. Estas normas ya están establecidas y no es necesario dar explicaciones. Hay otras normas que surgen por necesidad y no necesitan explicación: no puedes soltar mi mano en el centro comercial porque hay mucha gente y te puedes perder. En este caso, seguramente habrá que repetir la regla varias veces porque es nueva y tiene que adaptarse a ella. Después quedará sobreentendida.

Establecer límites razonables:

Es necesario adecuar las expectativas a la realidad. Para ello hay que tener que en cuenta la edad del pequeño y la manera tan distinta en que ve el mundo en ese momento. Por ejemplo: su concepto de un cuarto ordenado puede ser diferente al del adulto. Los niños, por más niños que sean, respetan las reglas que son razonables y que consideran que les ayudan.

Es preciso que los padres reflexionen los motivos por los cuales exigen el cumplimiento de una regla para descartar que sea un mero capricho. Si los padres son caprichosos al educar, los hijos no sabrán a qué atenerse en cada momento y se descontrolarán.

Hay que ser coherente:

Depende de los padres que los niños cumplan las reglas. Si los padres no se ponen de acuerdo en las normas que les imponen y en la manera en que van a hacerlas cumplir, los hijos seguirán desobedeciendo. Es muy común ver que cada uno establece diferentes reglas o boicotea las del otro, lo que trae como consecuencia que los hijos crezcan en un ambiente confuso. Una manera para estar de acuerdo en las reglas familiares es que cada uno haga una lista con los límites que considere pertinentes y la manera de implantarlos. Si alguien cuida a los niños mientras los padres no están, es necesario que se le explique a esa persona los límites a seguir.

Hay que ser claro:

Es importante tener un lenguaje concreto y definido con los hijos. Cuando se les de instrucciones hay que escribir hasta los detalles más pequeños. Si se les dice: no tires agua en la cocina, no debemos asombrarnos si lo descubrimos tirando agua en el comedor. También hay que ser claros en el tiempo, si se piensa que determinada cosa debe hacerse en 2 horas, el niño no entenderá este concepto. Hay que sustituir los límites vagos por los específicos. Un límite vago sería: tienes que ser ordenado; uno específico: Guarda tus útiles escolares en tu mochila antes de irte a dormir porque cuando te levantes perderás tiempo y llegarás tarde a la escuela.

No siempre hay que decir “NO”:

Las reglas de disciplina casi siempre están acompañadas de una negativa: no pegues a tu hermano, no digas palabrotas, no me contestes, no… Aunque muchas veces es necesario decirlo, hay que tratar de reducir el uso de este monosílabo pues si se hace frecuentemente puede confundir al niño porque no sabe lo que se espera de él. Hay que acostumbrarse a decir “haz” en lugar de “no hagas”, es mejor plantear la disciplina en términos positivos. En lugar de decir: no saltes en el sillón, se puede decir: si quieres estar en el sillón, tienes que estar sentado.

Utilizar reglas simples:

El vocabulario que se use con los hijos en el momento de establecer reglas o de dar explicaciones es fundamental. Si el mensaje es demasiado largo es probable que el niño no lo entienda y haga lo que le venga en gana. Hay que usar frases cortas y la menor cantidad posible de palabras. Hay que pedir al niño que repita lo que se le dijo, es la única manera de saber si realmente procesó el mensaje. Si hay un error en lo que dice u omite información, con esta técnica tendrá oportunidad de corregirlo antes de que sea tarde.

Resumiendo

Educar desde los primeros años en la comodidad y la indolencia es un riesgo para convivir en un mundo competitivo. La ausencia de normas suele llevar al desastre. Cuando el niño no adquiere, ni interioriza, las normas ni los límites en la familia y en el colegio, se encontrará con el grave problema que el mundo después acabará imponiéndoselos.

El establecimiento de las normas nos supondrá con frecuencia que debamos negociar muchos temas con nuestros hijos, especialmente las normas de convivencia, pero también tendremos que ser capaces de decir “no”, de marcar límites. Los hijos deben aprender que, si no se respetan los límites, será peor para él y para los que le rodean. El hijo que no respeta límites en casa, tampoco los respeta fuera de la misma y esto tendrá consecuencias negativas para su sociabilidad, reflejándose fundamentalmente en la escuela y en las relaciones de su grupo de iguales. Los hijos buscan los límites y los necesitan pero, además, tienen que comprobar la solidez de cada uno. Si los padres se muestran blandos o no mantienen una constancia, están invalidando los límites; de esta forma se garantiza que su hijo continuará “peleando” con sus padres y, por ende, con el resto del mundo, hasta que encuentre un límite definido y estable que le ofrezca seguridad.

“El que es bueno en la familia, es también buen ciudadano” (Sófocles S. V. a. C.)

 
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