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¿EDUCAMOS PARA EL TIEMPO LIBRE?


Respecto al tiempo libre, en la infancia el juego tiene una importancia capital. Mediante el juego, el niño investiga y ensaya con los objetos y personas de su entorno, aprende hábitos y relaciones, y recibe normas, reglas de juego y pautas de socialización. Si consideramos el tiempo libre como excedente del tiempo familiar y escolar, éste se irá definiendo como elemento diferenciado del resto de las actividades. Puede plantearse la duda de cuál es la frontera entre el tiempo familiar y el tiempo libre del niño, en casa. Hay que tener en cuenta que, aunque el niño pase todo el fin de semana con sus padres en casa, acaso no conviva con ellos en el sentido de tener relación, ni siquiera a la hora de la comida.

El tiempo libre puede ser un tiempo útil, en tanto al niño se le canalice para que lo invierta en actividades productivas: juegos, deporte, lectura, paseo, convivencia con los familiares, o puede ser un tiempo vacío de contenidos, cuyo único objetivo es rellenarlo. Y el procedimiento más fácil, rápido y barato de relleno del tiempo libre infantil suele ser colocarlo delante de la televisión. Esta gran presencia de la televisión en la infancia y adolescencia plantea el problema de la influencia positiva y negativa sobre su personalidad. Según "Rojas Marcos", en el origen de las conductas violentas,por ejemplo, no estaría tanto haber contemplado imágenes violentas (los niños también distinguen la fantasía de la realidad), sino en el tiempo que pasa delante del televisor. Al funcionar como canguro durante varias horas al día, la televisión roba tiempo al niño para desarrollar capacidades más socializantes absolutamente necesarias a edades tempranas.

Una cosa es dotar al niño de un progresivo grado de autonomía, y otra dejarle en una situación de abandono a su tiempo libre. Sin embargo, el tiempo libre, como excedente del tiempo dedicado a los estudios y a la familia, es en la adolescencia más definido que en la infancia. Sobre cómo invertirlo productivamente incide la familia del adolescente, pero sobre todo el círculo personal de amistades. Las actividades de tiempo libre son las que voluntariamente elige el adolescente. En ese tiempo expresa sus gustos y sus preferencias, en suma, su forma de vivir. En el tiempo libre, que en muchos casos es excesivo y es tiempo de ociosidad, el adolescente toma opciones, según sus gustos, apetencias y escala de valores, que ya comienza a perfilarse. Para el adolescente, el tiempo libre es el espacio y tiempo de la convivencia, porque para él convivir no es todavía un concepto racionalmente aprendido, sino una sensación de libertad física que le permite hacer con sus amigos lo que le venga en gana y que su cuerpo obedezca sin protestar.

Todos sabemos que, en el tiempo libre, además de los medios de comunicación, los jóvenes reciben la influencia de los amigos , el grupo, la pandilla, que son el alma de la gente joven, el principio vital que hay que tener siempre presente, sobre todo para el disfrute del tiempo libre; constituyen el entorno más cercano y cálido después de la familia, y los que proporcionan mayor satisfacción vital y dicen las cosas importantes sobre las ideas e interpretaciones del mundo y sobre los problemas cotidianos.

En el desarrollo de la vida de un ser humano, el modo cómo se vive una determinada etapa, está fuertemente condicionada por cómo se haya vivido la etapa anterior. Parece válido que la ausencia de la educación para la convivencia en la infancia empeora la sociabilidad del joven y del adulto. Tanto la infancia como la adolescencia se desarrollan en medio de condicionantes que pueden estar en la base de muchas de nuestras características de comportamiento, como ciudadanos adultos.


El desafío de la formación de la ciudadanía.
(Ángel Berna Quintana)

 
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