Este domingo, 30 de marzo, concluye el horario de invierno, momento en que todos deberemos acometer el ritual del cambio de hora en los relojes y en múltiples aparatos electrónicos. Lo consabido: a las 2:00 de la madrugada serán las 3:00 (en las Islas Canarias a las 1:00, serán las 2:00). Así, ese domingo durará 23 horas.
Las manecillas no se ajustarán de nuevo hasta el 26 de octubre, fecha en que se retomará el horario de invierno. Ese día sucederá lo contrario: el día tendrá 25 horas, porque a las 3:00 de la madrugada serán las 2:00 (en las Islas Canarias a las 2:00, la 1:00).
El cambio de hora se encuentra regulado en España por Real Decreto .
En este decreto se estipula que en los siguientes 5 años el horario de verano empezará el último domingo de cada mes de marzo y acabará el último domingo del mes de octubre, aunque la Unión Europea ya ha dado carácter indefinido a esta costumbre.
Los antecedentes de este cambio hay que buscarlos en los primeros años del siglo XX. En España, por ejemplo, ocurrió por primera vez en 1918, pero con el objetivo principal de ahorrar carbón. Durante los siguientes años también hubo modificaciones horarias, pero no tenían continuidad anual sino que eran intermitentes. Desde 1950 a 1973 se abandonó esta práctica.
La crisis del petróleo de 1974 provocó que se volviera a recurrir al adelanto de los relojes en España y en el resto de Europa, con la argumentación de que se ahorraba energía en la iluminación. Desde entonces los países europeos atrasan y adelantan el reloj. Sin embargo, siempre ha existido el mismo debate, ¿realmente interesa cambiar la hora?
En cuanto a los efectos que el cambio de horario puede tener sobre nuestra salud, los expertos señalan que las alteraciones biológicas que produce un cambio de horario no llegan a incidir significativamente en las estadísticas ni constituyen enfermedades, no obstante pueden afectar la salud de adultos y niños, al producir alteraciones del sueño, irritación y alguna alteración anímica.
A los adultos les cuesta alrededor de 3 días adaptarse a estos cambios de hora, tiempo en el que existe una mayor predisposición a cometer errores, según explican los expertos.
Los niños suelen adaptarse con mayor facilidad al cambio de horario, aunque pueden manifestar mayor irritabilidad y presentar más somnolencia los primeros días.
Por su parte las personas enfermas o que padecen algún tipo de trastorno como insomnio, alteraciones del ritmo circadiano o del nivel hormonal, debido por ejemplo al tratamiento con corticoides, pueden sufrir mareos y alteraciones del estado de ánimo que pueden durar hasta una semana, puesto que el sistema hormonal no se ha adaptado aún.